Hoy sí que escribo de un tema de "actualidad candente": la doctrina Parot.
Para algún despistado, se trata de una sentencia del Tribunal Supremo que evitaba que los beneficios penitenciarios se aplicasen a reos con múltiples delitos sobre la pena real máxima (30 años) sino que debía hacerse sobre los 30 años de cada una de las penas por la que había sido condenado.
En principio parece razonable que un asesino múltiple condenado en teoría a miles de años no pueda tener los mismos beneficios penitenciarios sobre su pena máxima que alguien que ha cometido un único delito por el que le han condenado sólo esos 30 años.
Como se ve, es un asunto de aplicación de beneficios penitenciarios. Pero el problema es que la sentencia se aplicó para evitar que saliese de la cárcel un terrorista justo unos días antes de hacerlo, es decir, que no se le descontaron los beneficios penitenciarios por tareas ya realizadas con la motivación de beneficiarse (muchas de esas tareas absurdas pero eso no debe importar).
Al cabo de los años, otra condenada por terrorismo ha conseguido que el Tribunal de Estrasburgo (al que parece ser que debe la Justicia española someterse) dictamine que esa sentencia va en contra de los derechos humanos.
El asunto se emponzoñará con los partidarios de no hacer caso a Estrasburgo. Pero está claro, tan absurdo es que un sanguinario asesino (terrorista o de delitos comunes que también los hay) salga de la prisión en poco más de quince años después de haberse cargado a un montón de gente como chapuza fue en su día rectificar sobre la marcha (o sea con efectos retroactivos) lo que se estaba haciendo.
O sea, la injusticia técnica de que estos "señores" hayan pasado varios años de más en la cárcel ha sido por fín desgraciadamente rectificada. Pero, por otra parte, es un alivio que veamos a alguien aplica nuestras leyes con rigor aunque sea fuera de España.
Mi conclusión parece contradictoria, pero el trascurso de este caso lo es más aún.
lunes, 21 de octubre de 2013
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Uso horario
Voy a escribir una opinión acerca de uno de esos temas que no interesan a nadie, pero marcan nuestras vidas: el estrambótico uso horario que tenemos en España y la posibilidad de cambiarlo (al parecer exite una comisión de estudio en el Parlamento sobre este tema, ya veremos si va a adelante).
España lleva mucho tiempo, parece ser que desde la Segunda Guerra Mundial, agarrada el CET (Central European Time) pese a que su uso horario natural es el GMT (Greenwich Meridian Time), o sea el que tienen en Portugal, Reino Unido y Marruecos, paises vecinos que caen aproximadamente en el mismo meridiano. (El meridiano de Greenwich pasa por la parte oriental de la península, por lo que, de hecho, el desfase es todavía mayor en casi todo el territorio, hasta de cerca de media hora más en Galicia). El asunto se agrava en verano por el adelanto conjunto en toda Europa de una hora (adelanto que tampoco veo muy justificado; las cifran que dan de ahorro pueden parecer muy grandes, así en bruto, pero en realidad son anecdóticamente pequeñas comparadas con el PIB, por ejemplo).
La consecuencia es que en España anochece pasadas las diez de la tarde/noche en verano, mientras que en invierno hace falta esperar a las nueve de la mañana para ver salir el sol. Lo que sólo sucede en países de gran variación en el número de horas de sol, como los nórdicos, pero no es propio de un país mediterraneo. Tomemos los casos mucho más cercanos de Portugal e Italia, donde en invierno anochece a las cuatro y media de la tarde (puede parecer drástico, dada nuestra deformación histórica adquirida al respecto, pero en realidad es lo que toca) y sin embargo son países latinos, alegres, turísticos y todo lo demás.
La consecuencia del extraño uso horario para nuestros hábitos es funesta pues deforma completamente nuestros hábitos. Así, no es raro ver comer en verano pasadas las tres de la tarde, pero si nos guiásemos por el sol en vez del reloj estaríamos hablando más bien de una hora de almuerzo de la una de la tarde o menos, hora habitual para la mayoría de países. Lo mismo ocurre con la jornada laboral. En invierno, la mayoría de los trabajadores se incorporan al trabajo a las ocho u ocho y media de la mañana, que son siete o siete y media solares, cuando reina la oscuridad más deprimente.
Esperemos que, por una vez, nuestros políticos hagan algo útil y aprueben este cambio. Lo tendrían muy fácil, bastaría con saltarse un año el adelanto veraniego. Con ello iríamos al horario que exitía en España hasta 1974 y del que aún me acuerdo, que es algo más racional. Y el segundo paso, el de atrasar una hora en invierno para llegar al horario GMT puro, podría considerarse a continuación o no, dependiendo de las quejas, que en este país somos muy raritos.
Una tontería que he estado oyendo estos días sobre el tema es que así acabaríamos con la diferencia horario respecto a Canarias. Siendo racionales, esa diferencia habría que mantenerla. Una vez más, se trata de adaptarnos al sol y al meridiano en que cada uno está, no jugar con deformaciones de la realidad como ocurre tantas veces en este país.
España lleva mucho tiempo, parece ser que desde la Segunda Guerra Mundial, agarrada el CET (Central European Time) pese a que su uso horario natural es el GMT (Greenwich Meridian Time), o sea el que tienen en Portugal, Reino Unido y Marruecos, paises vecinos que caen aproximadamente en el mismo meridiano. (El meridiano de Greenwich pasa por la parte oriental de la península, por lo que, de hecho, el desfase es todavía mayor en casi todo el territorio, hasta de cerca de media hora más en Galicia). El asunto se agrava en verano por el adelanto conjunto en toda Europa de una hora (adelanto que tampoco veo muy justificado; las cifran que dan de ahorro pueden parecer muy grandes, así en bruto, pero en realidad son anecdóticamente pequeñas comparadas con el PIB, por ejemplo).
La consecuencia es que en España anochece pasadas las diez de la tarde/noche en verano, mientras que en invierno hace falta esperar a las nueve de la mañana para ver salir el sol. Lo que sólo sucede en países de gran variación en el número de horas de sol, como los nórdicos, pero no es propio de un país mediterraneo. Tomemos los casos mucho más cercanos de Portugal e Italia, donde en invierno anochece a las cuatro y media de la tarde (puede parecer drástico, dada nuestra deformación histórica adquirida al respecto, pero en realidad es lo que toca) y sin embargo son países latinos, alegres, turísticos y todo lo demás.
La consecuencia del extraño uso horario para nuestros hábitos es funesta pues deforma completamente nuestros hábitos. Así, no es raro ver comer en verano pasadas las tres de la tarde, pero si nos guiásemos por el sol en vez del reloj estaríamos hablando más bien de una hora de almuerzo de la una de la tarde o menos, hora habitual para la mayoría de países. Lo mismo ocurre con la jornada laboral. En invierno, la mayoría de los trabajadores se incorporan al trabajo a las ocho u ocho y media de la mañana, que son siete o siete y media solares, cuando reina la oscuridad más deprimente.
Esperemos que, por una vez, nuestros políticos hagan algo útil y aprueben este cambio. Lo tendrían muy fácil, bastaría con saltarse un año el adelanto veraniego. Con ello iríamos al horario que exitía en España hasta 1974 y del que aún me acuerdo, que es algo más racional. Y el segundo paso, el de atrasar una hora en invierno para llegar al horario GMT puro, podría considerarse a continuación o no, dependiendo de las quejas, que en este país somos muy raritos.
Una tontería que he estado oyendo estos días sobre el tema es que así acabaríamos con la diferencia horario respecto a Canarias. Siendo racionales, esa diferencia habría que mantenerla. Una vez más, se trata de adaptarnos al sol y al meridiano en que cada uno está, no jugar con deformaciones de la realidad como ocurre tantas veces en este país.
martes, 13 de agosto de 2013
Gibraltar español o inglés, los políticos y el verano
Hace mucho tiempo que no escribía una entrada. La verdad es
que estoy algo vago, la temporada deportiva no está dando para mucho, sobre la triste
política es mejor no hablar y sobre la economía, lo mejor que puedo decir es
que no sé cómo funciona (ni creo que lo sepa nadie).
Pero estos días está en portada uno de los temas sobre los
que siempre he tenido una actitud más provocativa y, como al fin y al cabo, esa
pretendía ser la línea de este poco constante blog, pues vamos a por ello.
Se trata de Gibraltar. Anticipo que mi opinión sobre
fronteras con más de cincuenta años de antigüedad (o incluso más jóvenes) es
que no hay que tocarlas. La historia es algo suficientemente turbio para no
removerlo y lo mejor que puede hacer la gente con su vida es aprovecharla con
lo que tiene, no pretender enmendar las supuestas o verdaderas afrentas
sufridas por pasadas generaciones. Eso me vale para Gibraltar, Ceuta, Melilla,
Cataluña, Palestina, Cachemira, las islas Falkland o la misma Antártica (el
único territorio en el que la humanidad ha demostrado un poco de racionalidad
por ahora en su aprovechamiento).
Creo que con eso quedo bien clara mi posición respecto a los
nacionalismos. La nación a la que uno pertenece es la que dice su pasaporte o
documento de identidad. No me gusta mencionar canciones vetustas de los setenta
pero me acuerdo de aquella letra de Serrat “mi patria y mi guitarra las llevo
aquí, una es fuerte y es fiel, la otra un papel”. Aunque no soy guitarrero, subscribo la parte
de la patria. Pues eso, soy español y realmente
aprecio el haber nacido en una región relativamente próspera y educada del mundo, pero ni me enorgullezco de ello (no hice nada
para merecerlo) ni, puesto a elegir algo parecido, me parece útil cambiar de
etiqueta, prefiero quedarme como estoy.
Añado a esto que tengo una natural simpatía por todo lo
anglosajón y británico en particular. Pero hay algo de los británicos que me
revienta y es que, pese a al escepticismo general que suelen mostrar sobre
todo, una parte de ellos están convencidos que son lo único que merece la pena
de ser de este mundo (esto es, están inmersos en la penosa charca del
nacionalismo). Ayer mismo estuve leyendo
comentarios de lectores de la prensa británica llenos de prejuicios increíbles sobre
los españoles, prejuicios de los que, en eso sí, me siento orgulloso que no se
den aquí respecto a ellos, al menos con tanta intensidad. Uno de ellos que
pretendía ser objetivo decía algo así como “hay que tener en cuenta que España
es un país europeo medio decente…”. La pregunta sería cuál sería su paradigma
de país completamente decente (¿Francia, Alemania?, lo dudo). La respuesta es
demasiado evidente, ellos mismos o como mucho algún país pequeñito del norte
que no les moleste mucho.
Después de esta larga introducción, pasemos a Gibraltar. Mi
opinión es que Gibraltar está bien como está, es un caso curioso en Europa como
otros tantos (España tiene un minúsculo enclave en el sur de Francia llamado Llivia,
pro no volver a hablar de nuestras africanas Ceuta y Melilla y en la misma península
también tenemos el miniestado de Andorra). Existe un antiquísimo tratado de Utrech que,
desde su respeto absoluto porque es la ley, deberían tratar de mejorar entre
España, el Reino Unido y la población interesada. Está claro que Gibraltar es
además un paraíso fiscal, sede off-shore de muchas empresas y capital europea
del juego online. Y que, en parte alimentado por la falta recursos de la región
circundante, es un foco de contrabando y tráfico de drogas.
Además está el asunto de los pescadores, asunto de muy
escasa relevancia, pero que ha supuesto un cambio de status caprichoso por
parte de las autoridades gibraltareñas (no te dejo pescar en el lugar donde lo
has hecho toda la vida y que, además, según el tratado de Utrech, no está nada
claro que sea nuestro territorio). E igualmente está la actuación bastante friqui
de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores (ya me mosqueó el estentóreo “Gibraltar
español” que le soltó a un diplomático inglés nada más ocupar el puesto). Este
señor parece sacado de épocas pasadas y su peregrino proyecto de aliarse con Argentina en la ONU
nos debería poner a todos los pelos de punta, porque puede tener penosas
consecuencias en nuestra reputación internacional. Es evidente que hay un
cierto deseo del gobierno de tener un conflicto con el que tener distraída a la
opinión del caso Bárcenas que lleva camino de merendarse a Rajoy (y quizás a
todo el PP si no hay una reacción a tiempo). Y que por ello le han dado carta
en blanco al elemento éste.
Dicho esto, España tiene perfecto derecho a hacer los
controles que considere pertinentes dentro de las normas de la Unión Europea.
El gobierno británico hace declaraciones propias de la época victoriana, del “we
are not amused” de entonces hemos pasado
a “we are seriously concerned” para dar luego publicidad a unos movimientos de
buques que estaban previstos desde hace meses. Ahora hablan de “medidas legales
sin precedentes”. ¿Qué represalias quieren tomar? ¿Extender los controles de la
frontera de Gibraltar a todos los aeropuertos británicos (la mayoría propiedad
u operados por compañías españolas, por cierto)? ¿Y por tanto, por represalia cantada, a todos
los millones de británicos que visitan o residen en España?. Realmente la
necedad de los políticos no conoce fronteras.
Dos factores en los que deberían meditar los euroescépticos si fuesen capaces de dejar a un lado sus pomposas pretensiones de superioridad. Los controles existen porque el Reino Unido no quiere
pertenecer al espacio europeo común Schengen, sino serían imposibles. Y el
Reino Unido puede quizás alegar que son excesivos sólo por producirse entre dos
miembros de la Unión Europea, no creo que se vayan a quejar de que Corea del
Norte tenga controles excesivos en sus fronteras. Por cierto, el país con el que el primer
ministro de Gibraltar nos compara. Otro político absurdo a tener muy en cuenta
en esta historia, si es que no es el máximo responsable.
En definitiva, nos encontarmos con una de esas historias de verano tan
inverosímiles. Estoy veraneando a escasos doscientos kilómetros del “conflicto”
en una playa pacíficamente compartida por una gran mayoría de británicos y
españoles que no creo que piensen en otra cosa que en aprovechar su ocio. Confiemos, no se me ocurre
otra posibilidad o más bien no quiero ni pensar en ella, que esta sea la
verdadera cara de la historia y no la que nos pretenden mostrar unos políticos
que pretenden ocultar su incompetencia a base de grandes dosis de populismo
irresponsable. Conmigo que no cuenten, desde luego.
martes, 29 de enero de 2013
Frases impactantes (y algo deprimentes)
Los últimos tres días he tenido ocasión de quedarme con tres frases que me han impactado (dentro de lo que cabe). Tenía la idea de hacer un fichero con una frase de ese tipo cada día, pero el caso es que está claro lo inconstante que soy y que no todos los días habrá una frase suficientemente interesante (digo yo). Así que he decidido ponerlas aquí ya que llevo tiempo sin escribir nada.
Allá van (no son literales, sólo aproximadas, pero es el concepto lo que me importa):
26/1: "Mejor que así, sólo se puede estar muerto" (personaje de la película "Agallas" disfrutando tumbado sobre un flotador en la piscina).
27/1: "Las personas sanas llevan una corona que es sólo visible para los enfermos" (atribuida a un famoso médico llamado Willian Osler).
28/1: "No mires al hueco de un arbol si no te quieres encontrar con algo que no te guste. Internet es el mayor hueco de árbol que uno puede imaginar" (Comentario sobre refrán, imagino que americano, hecho por Stephen King en su novela 22/11/63).
Pues nada, saludos desde el hueco de árbol.
Allá van (no son literales, sólo aproximadas, pero es el concepto lo que me importa):
26/1: "Mejor que así, sólo se puede estar muerto" (personaje de la película "Agallas" disfrutando tumbado sobre un flotador en la piscina).
27/1: "Las personas sanas llevan una corona que es sólo visible para los enfermos" (atribuida a un famoso médico llamado Willian Osler).
28/1: "No mires al hueco de un arbol si no te quieres encontrar con algo que no te guste. Internet es el mayor hueco de árbol que uno puede imaginar" (Comentario sobre refrán, imagino que americano, hecho por Stephen King en su novela 22/11/63).
Pues nada, saludos desde el hueco de árbol.
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