miércoles, 18 de enero de 2012

Fraga

Tenía previsto escribir algo sobre Fraga cuando estaba de actualidad por su muerte (las cosas van rápidas, hoy ya casi nos hemos olvidado de ella). La ventaja de hacerlo ahora es que podré resumir algo.

Mi opinión rara en este tema es que, pese a lo que han dicho la mayoría de los comentaristas políticos no creo que su principal mérito haya sido haber contribuido a la transición política (de hecho, creo que su mayor fracaso no fue el no llegar a presidente de gobierno sino precisamente no pilotar esa transición). En aquella época, factores fuera de su control le impidieron llegara a ser presidente y su terrible error al maniobrar por falta de espacio político y terminar liderando un grupo de ex ministros franquitas bastante carcas lo arrastró a no poder ganar jamás unas elecciones. Por supuesto, de esa base surgió el PP actual que es el primer partido político que en nuestra vida democratica ha sido capaz de aglutinar a prácticamente toda la derecha y el centro-derecha. Esa es una gran herencia y quizás también por ello no goza de muchas simpatías en el otro campo.

Pero para mi, su principal mérito fue precisamente lo que muchos le reprochan: su actuación como ministro franquista. Una cosa es ser un político en un plácido régimen democrático y otra muy distinta tratar de influir en la liberalización y modernización de un país presidido por un anciano tirano, que ya pintaba poco para la mayoría de las cosas, pero que de vez en cuando resolvía algunas cuestiones siguiendo su manual de la Guerra Civil o los métodos del peor fascismo europeo de los años 40 y todos le obedecían sin rechistar. Añadamos a eso que el resto del Gobierno estaba dividido entre fascistas puros y duros, apenas reconvertidos, y tecnócratas pertenecientes a una secta religiosa integrista ávida de poder.

Pues bien, desde esa situación tan precaria Fraga fue capaz de influir en nuestras vidas, de hacerlas algo más humanas, algo más alegres, de prepararnos para lo que vendría después. Con su ley de prensa surgieron publicaciones anteriormente impensables, con el turismo se dio definitivamente carpetazo a la implantación de la visión absolutista de la moral católica en la vida privada de los españoles.

Todos nuestros expresidentes de gobierno democráticos se han caracterizado por transformar fuertemente (para bien o mal) nuestra realidad. Unos como Suárez o incluso Calvo-Sotelo por el tiempo que les tocó vivir. Otro (Felipe González) fundamentalmente por sus deseos de cambio y el dilatado periodo del que dispuso. (Sobre Aznar y Zapatero no voy a opinar hoy.) Por ello, precisamente, el hecho de que alguien que no ha llegado a ser presidente de gobierno haya tenido una influencia semejante o mayor a lo largo de tanto tiempo me parece extraordinario.

Por otra parte todos conocemos como era, autoritario al hablar, muy trabajador y también muy competente. Errores tuvo muchos porque hizo mucho y por tanto se equivocó mucho. En definitiva, un gigante de nuestra política, imprescindible para entender una época dilatada que va del tardo-franquismo al siglo XXI.

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