martes, 18 de septiembre de 2012

El independendismo amañado de Cataluña

Es complicado hablar sobre este tema porque es polihédrico. En primer lugar está el permanente chantaje que los nacionalistas moderados plantean siempre para sacar más tajada en este demencial estado autómico que nos hemos dado. En ese contexto, el que ahora se hayan pasado al independentismo podría ser una táctica más para intentar conseguir su presa (muy cara) del pacto fiscal. Creo que lo segundo no lo van a conseguir nunca y, por ello, se encontrarán por primera vez ante un muro que no pueden pasar.

De esa forma el asunto es aún más peligroso, porque no se trata de lo que quieran esos políticos más o menos moderados, sino que se ha creado una opinión pública favorable al independentismo  que va a ser muy difícil de desmontar, o deshinflar el souflé en palabras de alguno de ellos. El ejemplo es muy gráfico porque los argumentos con los que se ha hecho crecer irresponsablemente esta opinión pública están llenos de aire.

Basta poner un ejemplo. Hace unos meses, un profesor de Harvard y antiguo directido del FMI analizando la situación española pronunció la frase referida a España "con regiones como Cataluña que aisladas serían unas de las más prósperas del mundo". ¿Qué quería decir con eso? Pues daba simplemente un dato estadístico, el que la renta per cápita de Cataluña, superior a la media de España (como las de Madrid y el País Vasco, por cierto más altas) es superior a la de la media de muchos países desarrollados. Pues bien, este tipo de frases se toman fuera de contexto y se incorporan a un mantra que "de forma inequívoca" prueba que a Cataluña le estorba económicamente España.

Sólo otro ejemplo más, se repite machaconamente que una Cataluña independiente con su déficit del veintitantos por ciento tendría el más bajo de Europa. Este ejemplo que es tan intelectualmente zafio me repugna especialmente. Porque incluye sólo el déficit correspondiente a los gastos autonómicos (que de hecho, y ahí es donde reside el descaro que me indigna, es que precisamente es el mayor de todas las comunidades autónomas). A ese déficit habría por supuesto que añadir el del resto de actividades del Estado, que sería no otro que la parte alícuota del enorme déficit que todos arrastramos y nos trae de cabeza.

Sobre lo que el Estado se queda de lo que ingresa Cataluña no puedo escribir con conocimiento por no ser un experto en esos temas, ni mucho menos. Mis conocimientos sólo me dan para saber que son datos muy manipulables, en uno u otro sentido. Simplemente apuntar que la Comunidad de Madrid aporta bastante más y recibe algo menos. Madrid se beneficia de ser sede de muchas empresas, es cierto, pero como lo hace Barcelona y discutir cuanto lo hace más o menos cada uno es muy complicado.

Tema infraestructuras. Un argumento es el escaso número de autopistas construidas en Cataluña en los últimos años y que las suyas son de pago. Lo que, evidentemente, no dicen es que eso es así porque hace cuarenta años eran ellos sólos los que ya tenían autopistas. A diferencia de los demás a los que nos tocó semejante lujo en estos últimos veinte años de agravios. Aeropuertos. Es cierto que se ha beneficiado Barajas para vuelos internacionales. ¿Sería mejor dar prioridad a una ciudad que dista más de mil kilómetros de una buena parte de las demás ciudades de España?

En cualquier caso lo que nadie reconoce es que ha sido precisamente al instaurarse el régimen democrático, en el que hay que repartir todo de una forma más razonable, o menos descarada, cuando Cataluña se ha visto económicamente perjudicada. Porque mientras decidieron unos pocos las cosas no les fueron tan mal.

El final de todo estos argumentos es demostrar que a Cataluña le iría mejor sola. Pues bien, es un futurible, pero me parece que sería exactamente lo contrario. Cataluña dispone de un mercado interior con el resto de España que justifica un 40% de su actividad. Si se le ponen más trabas a ese mercado es evidente quién va a pagar la mayoría de los platos rotos. Algunos pagaremos los demás, eso es cierto, pero si es de tontos quedarse tuerto para que otro se quede ciego, aún lo es mucho más hacer lo contrario.

Pero al final, si sigue la tendencia y se llega a una opinión pública abrumadoramente a favor de la independencia, los políticos españoles harán bien en sentarse en pensar en una nueva Constitución que substituya de forma legal a la actual y se repiense en su totalidad el estado autonómica y el derecho a secesión. Porque a los que nos convenciaron en su día que la Constitución que aprobamos entre todos (salvo el PNV y los radicales) hay que acatarla en todos sus términos, incluidas sus disposiciones sobre su reforma o derogación, nos daría mucha rabia y vergüenza que ahora alguien se la pudiera pasar por el forro. Por los métodos que ya se apuntaron antes en la primera redacción del Estatuto de Cataluña o el plan Ibarretxe.

Por lo demás, España, Cataluña o mi barrio pueden llegar a vivir perfectamente solos, o agrupados en los Estados, Federaciones o Confederaciones que les plazca, el tema es quien lo decide y los confictos que ello conlleva. Por eso, y porque me parece que es mejor no tocar las cosas que funcionan más o menos bien creo en una Cataluña y un País Vasco españoles, como Ceuta o Melilla. Y, para ser coherente, en un Gibraltar inglés, faltaría más. Otra cosa es arreglar los problemas de todos entre todos, con buena voluntad y sin que se superpongan las identidades y orgullos nacionales, algo que para mí constituye un completo misterio. Aunque estoy seguro que al menos tienen un fin: dar de comer a un montón de políticos.

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